Es impresionante todo lo que un viaje a la montaña te puede enseñar. Hoy contaré esas lecciones que el Acatenango me dejó.
El viaje, como todos, inicia con la reunión de los más locos, heterogéneos y expectantes deportistas que existen. Algunos van por primera vez, otros llevan algunas aventuras y "saben que esperar" del viaje. Esta aventura esta muy concurrida, más de 40 escaladores y me pregunto ¿qué motiva a esta gente el estar aquí? ¿por qué dejar la comodidad y someter el cuerpo a situaciones extremas? Hay un detalle que no he dicho, vamos de noche.
Son las doce de la noche y estamos listos para poner un pie delante del otro y avanzar hacia nuestra difícil meta. Es la mejor época para subir este volcán, la vista del sol ocultándose o saliendo deja sin aliento. Sin embargo hoy el cielo está cerrado, pero eso no provoca desánimo en nadie.
Y la primera lección que la montaña nos deja es que no hay nada seguro, lo que esperamos puede cambiar de un momento a otro y lo único que nos queda es adaptarnos a la nueva situación. En la naturaleza puedo ver que los que sobreviven son aquellos que se adaptan. Y con el constante cambio adaptarse es una obligación.
Conforme avanzamos el clima es más duro, hay mucho viento, frío extremo y la lluvia empeora el cuadro de esta oscura noche. Apenas podemos ver a un par de metros con nuestras linternas por la neblina espesa y si las apagamos la visibilidad es casi cero.
Y aqui la segunda lección: no importan las dificultades sigue caminando. El "mal tiempo" no debe detenernos, es simplemente una prueba, un examen que tenemos que aprobar para ser dignos.
Finalmente llegamos cerca de la cumbre y tomamos un descanso, el clima empeoró, no se puede siquiera tomar una fotografía. Algunos excursionistas que subieron durante el día bajaron de la cima para dormir, porque la situación arriba no es mejor. Se tomó la difícil decisión de regresar, estando tan cerca del final.
Y aqui la lección tres: fracaso es todo aquello de lo que no aprendemos. La cima es una parte importante del viaje, es la recompensa a un esfuerzo realizado. Pero la cima no es el viaje, el camino es lo que nos permite llegar a ver un hermoso amanecer y la manera en la que tomamos el camino es lo que hace la experiencia inolvidable. Y el Acate nos enseñó a ser fuertes, a no rendirnos y también nos dio la motivación para escalarlo una vez más, y esta vez poder decir ¡felíz cumbre!
El pretexto esta vez fue un trabajo de la universidad. Voy de madrugada hacia un lugar desconocido... hasta ahora. Un municipio del departamento de Totonicapán en el altiplano guatemalteco, Momostenango. Es un colorido y hermoso municipio que tiene mucho que ofrecer al visitante. El viaje en bus de madrugada por la carretera Interamericana siempre es frío. Madrugué bastante pues me dijeron que el bus salia muy temprano, pero resulto que no había ninguno que me llevara directamente a Momos, en su lugar tome uno que se dirigía a San Marcos. Estaba empezando una gran aventura, estaba por descubrir un nuevo destino. Siempre me emociona cuando camino por lugares en donde nunca antes había estado y veo nuevos paisajes y culturas. Un imprevisto surgió pronto, antes de llegar a Patzicía en Chimaltenango el bus presento desperfectos mecánicos, no pudo caminar más y con mucho frío todos los pasajeros tuvimos que bajar y esperar a que otro transporte pasara y nos llevara al destino. Disfruto