El pretexto esta vez fue un trabajo de la universidad. Voy de madrugada hacia un lugar desconocido... hasta ahora. Un municipio del departamento de Totonicapán en el altiplano guatemalteco, Momostenango. Es un colorido y hermoso municipio que tiene mucho que ofrecer al visitante.
El viaje en bus de madrugada por la carretera Interamericana siempre es frío. Madrugué bastante pues me dijeron que el bus salia muy temprano, pero resulto que no había ninguno que me llevara directamente a Momos, en su lugar tome uno que se dirigía a San Marcos. Estaba empezando una gran aventura, estaba por descubrir un nuevo destino. Siempre me emociona cuando camino por lugares en donde nunca antes había estado y veo nuevos paisajes y culturas. Un imprevisto surgió pronto, antes de llegar a Patzicía en Chimaltenango el bus presento desperfectos mecánicos, no pudo caminar más y con mucho frío todos los pasajeros tuvimos que bajar y esperar a que otro transporte pasara y nos llevara al destino. Disfruto los imprevistos, le dan un sabor especial a cada viaje, como la vez que me perdí por un momento en el Acatenango y tuvimos que encontrar el camino atravesando malezas en el frío. A los pocos minutos pasó un bus que se dirigía a Tacaná, San Marcos y lo abordamos rápidamente. Este transporte lo abandoné al momento de pasar por Cuatro Caminos, aquí debía tomar otro que me llevara, ahora si, directamente a Momostenango. Lo encontré rápido y lo abordé. En este bus me di cuenta que no era el único madrugador, algunas señoras vestidas con trajes típicos de la región llevaban muchas flores de diferentes colores, divago pensando que madrugaron a comprarlas en Almolonga y se dirigen a venderlas en el mercado de Momos. ¿Qué puedo pensar de ese don con sus tres hijos y cada uno con su violín? pienso que vienen de dar un concierto la noche anterior en Xela. El bus sigue sobre la Interamericana unos metros más, terminamos de cruzar San Cristóbal Totonicapán y llegamos a San Francisco el Alto, lo atravesamos y seguimos por montañas, bosques en los que pienso que en cualquier momento sale un elfo, cultivos de hortalizas y planicies donde la neblina detiene la vista a pocos metros. Ya en las puertas del municipio veo un río que corre allá abajo de este barranco, justo después de atravesar el bosque de pinos y esos riscos que caracterizan al lugar.
El bus estaciona y bajo. Veo calles estrechas y mucha gente caminando por ellas, los vehículos con cuidado de no atropellar a los peatones avanzan con dificultad. Llamo a mis compañeras de Universidad, ellas pasaron la noche anterior en uno de los hoteles del lugar y me guían para encontrarlas. Me doy cuenta que la oferta hotelera no es poca. Caminando también me doy cuenta que es día de mercado.
El bus estaciona y bajo. Veo calles estrechas y mucha gente caminando por ellas, los vehículos con cuidado de no atropellar a los peatones avanzan con dificultad. Llamo a mis compañeras de Universidad, ellas pasaron la noche anterior en uno de los hoteles del lugar y me guían para encontrarlas. Me doy cuenta que la oferta hotelera no es poca. Caminando también me doy cuenta que es día de mercado.
Por fin me encuentro con ellas y tras ponernos al día con el trabajo y las aventuras del viaje recorremos el mercado. Es grande y ofrece de todo, pero lo primero que visitamos son los puestos de comida. Le pedimos a la señora que atiende que nos sirva un plato típico de la región y nos sirve un recado acompañado de tamalitos.
Con el estomago lleno estuvimos listos para caminar por las calles llenas de gente comprando y vendiendo. En una de las calles al lado de un pequeño parque encontramos lo que buscamos, los puestos de venta de los muy famosos ponchos de lana. Vimos ponchos, chumpas, tapetes, sarapes, entre otros productos de diferentes tamaños, colores y diseños mayas. Entrevistamos a los artesanos que se dedican a elaborar estos productos y no perdimos la oportunidad de comprar alguno como recuerdo de nuestra visita. Mis compañeras tuvieron la oportunidad el día anterior de visitar a los artesanos en sus talleres y algún centro ceremonial maya. Después de las entrevistas seguimos recorriendo el mercado y cotizando algunos precios. Los trajes típicos llaman mucho la atención por su colorido y finos acabados, preguntamos el precio y es bastante elevado.
Seguimos comprando recuerdos y recorriendo las calles de este bello Municipio. Encontramos el parque, la iglesia, la municipalidad y el centro cultural. A medio día almorzamos en uno de los restaurantes algo diferente al desayuno en la mañana. Después del almuerzo tomamos el bus que nos conduciría de regreso a la capital. En este viaje el detalle de "dejar algo pendiente" lo hizo el no haber visitado los Riscos de Momostenango, esas muy conocidas formaciones rocosas. Esto me permitió viajar en otra ocasión para conocerlos.
Con el estomago lleno estuvimos listos para caminar por las calles llenas de gente comprando y vendiendo. En una de las calles al lado de un pequeño parque encontramos lo que buscamos, los puestos de venta de los muy famosos ponchos de lana. Vimos ponchos, chumpas, tapetes, sarapes, entre otros productos de diferentes tamaños, colores y diseños mayas. Entrevistamos a los artesanos que se dedican a elaborar estos productos y no perdimos la oportunidad de comprar alguno como recuerdo de nuestra visita. Mis compañeras tuvieron la oportunidad el día anterior de visitar a los artesanos en sus talleres y algún centro ceremonial maya. Después de las entrevistas seguimos recorriendo el mercado y cotizando algunos precios. Los trajes típicos llaman mucho la atención por su colorido y finos acabados, preguntamos el precio y es bastante elevado.
Seguimos comprando recuerdos y recorriendo las calles de este bello Municipio. Encontramos el parque, la iglesia, la municipalidad y el centro cultural. A medio día almorzamos en uno de los restaurantes algo diferente al desayuno en la mañana. Después del almuerzo tomamos el bus que nos conduciría de regreso a la capital. En este viaje el detalle de "dejar algo pendiente" lo hizo el no haber visitado los Riscos de Momostenango, esas muy conocidas formaciones rocosas. Esto me permitió viajar en otra ocasión para conocerlos.