En marzo tuve la fortuna de participar en un viaje por uno de los volcanes más hermosos de Guatemala, el Acatenango, quedé maravillado con el bosque húmedo en sus faldas. El recorrido planeado era escalar hasta la mitad del volcán y bordearlo para luego alcanzar el volcán de Fuego y llegar a la cumbre de este ultimo, lamentablemente el tiempo no permitió alcanzar este objetivo, por tal motivo quedé obligado a volver a tomar este recorrido pero esta vez con la meta de alcanzar la cumbre del Fuego.
Esta vez acudieron a la invitación a la aventura algunos montañistas con varias cimas conquistadas, algunos de nosotros con pocas cimas y otros con ninguna, pero todos con la determinación de alcanzar esta vez la cumbre del imponente Fuego. Cuando uno tiene una meta definida no hay montaña que lo pueda detener. La meta está, las ganas también, solo es cuestión de empezar a caminar. El reto para escalarlo es grande ya que está en constante actividad y presenciar el espectáculo de las fumarolas desde su cima es impresionante. Esta vez la lluvia sería un factor adicional a la travesía.
Pero el recorrido me volvió a fascinar, los sentidos quedaron satisfechos con la experiencia de la naturaleza en toda su magnificencia, el escuchar el canto de las aves en el bosque húmedo o el susurro del viento al acariciar los pinos y cipreses o escuchar el silencio absoluto en la montaña majestuosa o el estruendo del volcán y el retumbo de los truenos; el olor a tierra mojada, olor a verde, a musgo, ciprés y pino, olor a resina, olor a vida; el tacto se deleitó con la humedad en los árboles, frío y calor, la tierra mojada, las caricias del viento y el retumbar del volcán; la vista contempló el verde del bosque, lo negro de la tierra volcánica, el blanco puro de las nubes y el intenso azul del cielo, el rojo de la tierra sobre el Fuego; quien lo diría pero hasta el sentido del gusto participó pues los sabores de los alimentos son mas intensos en la montaña, la camaradería de los montañistas compartiendo sus provisiones y el valor que se le da al vital liquido tras un esfuerzo intenso nos muestra que en la montaña somos más humanos.
El recorrido fue hermoso pero también difícil, nadie dijo que sería fácil, pero al final logramos la meta. Durante el camino las bromas cuestionan nuestra decisión de estar en este lugar y no en otro mas tranquilo, pero solo es una broma, porque es preferible mil veces contemplar esta majestuosidad del Creador que estar en otro sitio. Algunos llegamos antes y decidimos apoyar a otros que venían atrás, porque la cima se comparte, la solidaridad es fuerte. Celebración, abrazos, fotos y el volcán que nos saluda con una fumarola, ceniza sobre nosotros, un poco extraño recibirla de este lado del volcán. En la ultima foto el volcán se deja escuchar, es realmente imponente y uno se da cuenta que el nombre para este volcán es perfecto porque esta es una montaña de fuego y alcanzar su cumbre es haber alcanzado una meta de fuego.
Para el retorno se esperaba una fuerte lluvia, dos poderosos truenos amenazan con que sea torrencial, pero no paso a más, únicamente una pequeña llovizna nos obligó a cubrirnos para no mojarnos pero rápido pasó y continuamos con el retorno. Todos satisfechos, todos felices y con deseos de volver a vivir una aventura tan intensa como esta.