Eran las 8 de la mañana cuando el grupo estuvo completo e iniciamos el viaje rumbo a San Vicente Pacaya en el departamento de Escuintla. La meta era dejar nuestras huellas escalando uno de los volcanes activos de Guatemala, uno que durante su historia de actividad reciente ha provocado estragos en las aldeas cercanas a el, y aun a cientos de kilómetros lejos. Se recuerda claramente la erupción del 27 de mayo de 2010.
La distancia desde la ciudad capital hasta el Parque Nacional de Pacaya es de 47.5 kilómetros, esta distancia se puede recorrer en unos minutos. A esta corta distancia se encuentra esta maravilla natural que gran cantidad de nacionales y extranjeros visitan a diario. A 2,552 metros sobre el nivel del mar queríamos estar, justo en la cima del volcán.
El clima era bastante agradable, no era el frio que se presume hay en los volcanes. Rápidamente iniciamos el ascenso por un terreno que parecía iba a ser difícil por el polvo, y en efecto no nos defraudo, era todo lo que esperábamos.
Este día en particular se estaba llevando a cabo una carrera extrema en el volcán, durante el ascenso encontramos a varios deportistas que buscaban completar tan exigente carrera. Como siempre en cada oportunidad las fotos no se hacían esperar y aprovechando la vista que los volcanes nacionales ofrecen. Escalar un volcán es una gran experiencia, pero hacerlo en uno activo y estar rodeado de otros grandes volcanes, lagunas y lagos es una experiencia aún mejor.
Después de un tiempo no muy largo de caminata y varias fotos llegamos a la parte interesante del viaje, el volcán de pacaya el cual mostraba fumarolas en su cráter y otras partes. El terreno se volvió más arenoso, era arena negra volcánica producto de la constante actividad. Había caminos definidos lo cual muestra que es constantemente escalado, ya que para los aventureros a veces llama la atención aquellas actividades que conllevan cierto grado de riesgo, como más tarde nosotros mismos comprobaríamos.
Un poco más adelante encontramos pequeños hornos dentro de la lava seca cavados en la piedra volcánica. De estos lugares salía vapor desde las entrañas del volcán, como respiraderos al candente interior. También hay una tienda de artesanías formadas con la lava seca del volcán.
Llevábamos a un guía que nos acompañó hasta las fumarolas pero no nos quería dejar subir hasta el cráter. Lo despedimos y decidimos seguir por nuestra cuenta y riesgo. Algunos decidimos seguir y subir hasta el cráter, otros decidieron quedarse en este terreno mas plano, ya que subir el cráter significaba recorrer caminos muy arenosos y empinados. Escalarlo no estaba permitido debido a la fragilidad del cráter y a los constantes temblores que se habían dado en los últimos días, pero corriendo el riesgo empezamos a escalar.
El recorrido no fue muy largo para llegar hasta el cráter desde donde perpetuamente se encuentra saliendo humo cargado de azufre. La vista es imponente y no deja de dar temor al estar presente ante uno de los fenómenos naturales más destructivos. El humo dificulta el respirar, el olor a azufre es fuerte. La vista también se ve afectada. En el interior del cráter cuando el humo lo permitía se podían ver las piedras amarillas por los químicos que ahí se encuentran. Después de disfrutar la vista y la experiencia fantástica empezamos el descenso. Bajamos y las fotos continuaron. Nos reunimos con los demás viajeros que se quedaron, caminamos por otros senderos y almorzamos bajo la sombra contando historias de otros viajes.
En los ríos de lava seca que se ven uno no deja de preguntarse cómo será ver el espectáculo de los ríos de lava cuando están encendidos. En la arena la gente escribe mensajes de amor, saludos o simplemente el nombre como señal de la presencia en el lugar, aunque una nueva erupción probablemente borre las letras. Bajamos por un sendero muy complicado aunque divertido al ir deslizándose por la arena muy suelta.
Continuamos el descenso normal y nos reunimos en el bus. Emprendimos el viaje de regreso y la mayoría de los viajeros motivados para repetir la experiencia.
El haber violado las reglas y subir hasta el cráter hizo que el viaje valiera la pena.