Después de algunos contratiempos, la reunión establecida para las 14:15 Hrs. se llevo a cabo a las 15:00 Hrs. con menos integrantes de lo esperado. Seis personas con el deseo de pasarla bien y conocer una de las maravillas de nuestro país.
Abordamos un bus en la terminal de la zona 4, pronto se hizo presente una famosa frase: “donde van 2 caben 3”. Cuando el bus estuvo lleno inicio su marcha.
Atravesamos Barberena, Jutiapa, pasamos al lado de El Progreso, conocimos Santa Catarina Mita (Catocha) y finalmente Agua Blanca.
Después de 4 horas de camino, cerca de 200 kilómetros recorridos y mucha desesperación, llegamos a nuestra primera parada Agua Blanca Jutiapa. Era de noche y no sabíamos hacia donde caminar.
Después de pedir algunas referencias empezamos el camino con linternas apagadas, pues el camino era amplio y así no agotábamos la energía de las pilas. Después de varios minutos de camino en la oscuridad llegamos a una señalización, seguimos la indicación y nos adentramos en otro camino el cual nos conduciría al volcán, aunque el camino era más oscuro.
Pronto los relatos de la llorona, la ciguanaba y el sombreron se hicieron presentes, esto aumentaba el miedo de algunos al caminar en la noche oscura en medio del silencio de la soledad, únicamente se escuchaba el sonido del viento moviendo los árboles y chocando contra nuestros cuerpos.
Después de un rato la luna se hizo presente grande y rojiza. Nos levanto el ánimo. Durante el camino seguimos una montaña, parecía que se alejaba cada vez mas, la rodeábamos y nunca la alcanzábamos. Por fin después de descansar algunas veces, unas fotos y muchos pasos, llegamos a una aldea con alumbrado público.
Pasamos por la aldea en la que todos sus habitantes estaban durmiendo, únicamente los perros, como fieles guardianes ladraban al escuchar nuestros pasos y bromas durante el camino.
Por fin llegamos a lo que parecía ser el final del camino, dos casas se observaban, y a lo lejos, sobre la copa de los árboles destellos de luz, como relámpagos, y la luz de una casa en la cima. Parecía la escena de una película de terror, un castillo en la cima de la montaña con relámpagos, ¡solo faltaban los gritos! Los destellos que veíamos mas tarde nos enteramos de que eran los flashes de las cámaras fotográficas de las personas que ya estaban en la cima.
Llegamos a la primera casa, sorprendentemente sus dueños estaban despiertos. Les hablamos y pedimos agua, rápidamente una anciana nos abrió la puerta de alambre de púas para que pasáramos adelante. Los habitantes de la casita humilde eran cuatro ancianas y un joven, el cual trabaja en el parque Ipala. Nos vendieron café y llenamos nuestras cantimploras de agua. Después de unos minutos de descanso y amena platica subimos el ultimo tramo de la escalada, entramos y el viento se intensifico en el lugar, había una densa niebla que no nos permitía ver mas allá de veinte metros, bajamos y vimos la orilla de la laguna. Buscamos un lugar para armar nuestras carpas y dentro de ellas cenamos, como a las once de la noche, luego nos dispusimos a descansar.
Por la mañana me levante temprano, pero la laguna seguía invisible gracias a la niebla, esto nos decepciono un poco.
Los árboles lloraban agua que provenía de la niebla, el viento era intenso en el lugar que escogimos para acampar, pues era el lugar donde escapa el viento de la laguna.
Llegaron las ocho de la mañana y la niebla seguía, aunque menor, no nos permitía ver toda la alguna, nos tomamos varias fotografías, exploramos el lugar, la playa, la gruta de la leona.
Al fin a las nueve de la mañana la neblina se fue casi por completo y entonces pudimos ver el motivo de nuestro viaje, una laguna de agua clara, no muy fría, en medio de un bosque en el cráter de un volcán, que no tiene salida ni nacimiento conocido, que se mantiene con la humedad de las nubes en la cima y con la lluvia de la temporada.
Un ultimo recorrido, esta vez hacia el mirador, seguimos un sendero interpretativo a través del bosque, contemplamos desde el mirador la laguna completa, el pueblo de Agua Blanca, el bosque verde en el cráter y el resto del volcán un terreno árido. Es una vista impresionante, el agua se torna casi azul, en la playa muchas personas disfrutan de un baño en esas aguas cristalinas que parecen invitarlo a uno a un chapuzón.
Terminamos el recorrido y después de unas últimas fotos armamos el campamento y nos dispusimos a bajar, cerca de las diez de la mañana. Caminamos hacia abajo despidiéndonos de los campistas solidarios, de la laguna, del cuidador que la noche anterior nos atendió, de las ancianas que nos vendieron café y nos regalaron amabilidad, del volcán que un día tal vez volvamos a visitar.